El Legado de Francisco y Mujica

Mayo 13, 2025 - 21:28
El Legado de Francisco y Mujica

La figura de Jorge Mario Bergoglio –el Papa Francisco– y la de José “Pepe” Mujica trascenderán con creces los cargos que ocuparon: uno al frente de la Iglesia Católica y otro como presidente de Uruguay. Ambos compartieron una ética de vida basada en la humildad, la cercanía con los más vulnerables y un mensaje universal de esperanza. Ahora que llego el momento de despedirnos de ellos, es importante tener siempre presente su valioso legado: el poder sólo tiene sentido si se ejerce al servicio de los demás.

Francisco salió de los muros del Vaticano para acercarse a las grandes periferias: visitó barrios marginales, refugios de migrantes y campos de refugiados con la sencillez de un pastor que anda con sus ovejas. Desde su elección en marzo de 2013, sus gestos significaron un cambio de paradigma: desempolvar la doctrina social de la Iglesia, poner en el centro la justicia social y recordar que el evangelio es un llamado a la misericordia antes que a la condena. Con encíclicas como Laudato Si’, alertó sobre el deterioro ambiental con un lenguaje profético inédito para la Santa Sede. Y, con Fratelli Tutti, abogó por una fraternidad universal que interpela no sólo a católicos, sino a todo ser humano que cree en la dignidad de cada persona. 

Pepe Mujica, por su parte, represento la política como ejercicio de coherencia y sacrificio personal. Proveniente de la lucha tupamara, encarcelado durante más de una década, llegó a la Presidencia de Uruguay (2010-2015) sin abandonar su estilo de vida austero: mantuvo su vieja camioneta, donó la mayor parte de su salario presidencial y habitó una humilde chacra en el interior. Sus discursos, impregnados de sencillez y de un humor afable, ponían el acento en la felicidad como horizonte social, en el vínculo íntimo con la tierra y en la sobriedad como antídoto contra el consumo desmedido

Más allá de sus ámbitos –el Vaticano y la sede de un gobierno–, Francisco y Mujica coincidieron en la apuesta por un liderazgo de cercanía. Ambos cultivaron la capacidad de hablarle al corazón de sus oyentes sin renunciar a la lucidez crítica. Defendieron con valentía a migrantes, pobres y marginados, y nos recordaron siempre que las grandes transformaciones sociales parten de gestos cotidianos: una comida compartida, un gesto de perdón, una ley justa o una palabra de consuelo.

Francisco y  Mujica, desde trincheras diferentes, nos dejan la misma convicción: que la grandeza del ser humano se mide por su capacidad de servir, de renunciar a sí mismo y de tender la mano al que sufre. Sus huella permanecerán en la historia, pero hará falta el eco de su palabra y el impulso de su ejemplo para que sigamos creyendo que otro mundo—más justo, más fraterno y más sostenible—es posible.

Sus partidas, nos confronta con la urgencia de continuar su legado: ser más humildes, más comprometidos con el otro y más atentos a las necesidades reales de las comunidades.