Twiteando al Borde del Abismo Económico

En el show interminable de Milei, donde el flagelo de la pobreza aumenta como si fuera una moda que todos debemos experimentar, la devaluación acumulada es del 118% y la inflación del 51% en dos meses, ¿qué esperábamos? ¿Una milagrosa multiplicación de los bienes y un derrame de riquezas? Claro, porque la historia siempre nos ha mostrado que eso funciona a la perfección, sin excepciones.
Ahora, el arquitecto de nuestro destino, con un descaro que casi se podría admirar si no fuera tan trágicamente predecible, culpa a la herencia recibida. Por supuesto, es el juego más antiguo del libro: cuando te pasan la papa caliente, asegúrate de tener a quién lanzársela antes de que te queme. Y en esta ocasión, el manual de excusas parece haber sido memorizado a la perfección.
No se necesita ser un prodigio de la economía para ver venir el desastre. Cualquier estudiante de primer año de economía, podría decirte que estas políticas son recetas para el caos, pero aquí estamos, observando cómo se despliega la obra maestra para una crisis económica. Y mientras tanto, se espera que la población venda hasta el último dólar guardado bajo el colchón para poder sobrevivir hasta fin de mes. ¡Qué ingeniosa solución! ¿A quién se le habría ocurrido que la respuesta a todos nuestros problemas era simplemente empobrecernos?
Para completar esta perversa receta, no se ha implementado ni una sola medida para recuperar el ingreso real de las personas. ¿Para qué molestarse en eso si aparentemente le divierte observar cómo todos realizan su acto de equilibrio sobre la cuerda floja económica, esperando ver quién cae primero?
Y luego está la cuestión del salario mínimo, esa cifra mítica que supuestamente debería garantizar que puedas vivir con algo que se parezca a la dignidad. Pero, ¿quién necesita dignidad cuando puedes tener números impresionantes de ajustes para mostrar como trofeos de tu gestión económica?
En este circo económico, donde Milei prometió que el ajuste lo pagarían la casta, pero, sorpresa, resulta que los jubilados, pymes, docentes, trabajadores y hasta los comedores comunitarios son los verdaderos pagadores, los elegidos para cargar con el peso de la austeridad. Ciertamente, los votantes de la LLA no la vieron.
Entonces, aquí estamos, contando nuevos pobres como quien cuenta ovejas para dormir, maravillándonos ante la habilidad con la que Milei desvía las culpas e ignora las soluciones. Después de todo, ¿qué son 3.6 millones de nuevos pobres aquí o allá en el gran esquema de las cosas? Solo números en una página, perdidos en el mar de estadísticas que usamos para medir nuestro progreso hacia... bueno, hacia el abismo.
Así que, levantemos nuestras copas y brindemos por la magnífica farsa que el 56% voto. Después de todo, ¿qué sería de nosotros sin un presidente que da 77 like por hora, mientras todo arde a su alrededor?