¿Todos somos responsables? La crisis de confianza en la política argentina

La profunda crisis de confianza en la política argentina deja en claro: la mayoría de los ciudadanos ve a todos los actores como responsables de la situación actual y exige una renovación radical del sistema.

Noviembre 8, 2024 - 10:22
Noviembre 8, 2024 - 17:18
¿Todos somos responsables? La crisis de confianza en la política argentina

Los resultados del estudio sobre la percepción de responsabilidad en la situación actual del país, realizado por Ethos Consultora a lo largo de todo el 2024, dibujan un panorama inquietante para el sistema político argentino. La mayoría de los encuestados señala a "Todos" como los responsables de la situación que atraviesa Argentina. Este dato, que a primera vista podría parecer una simple muestra de descontento generalizado, en realidad encierra un mensaje profundo sobre la crisis de confianza que sufre el país y las expectativas de cambio que la sociedad demanda, aunque quizás aún no las articula de manera concreta. 

Un sistema bajo sospecha

El peso de la responsabilidad atribuido a "Todos" —más de un 47% en algunos momentos— nos habla de una frustración con el sistema en su conjunto. En esta categoría no solo figuran los partidos políticos tradicionales como el Peronismo o el PRO, sino también otros actores económicos, como los empresarios. En el imaginario colectivo, parece haberse instalado la percepción de que todos los sectores que ejercen influencia en el país han contribuido, en mayor o menor medida, al deterioro de la situación actual. 

Este sentimiento de responsabilidad compartida no es casual. Argentina lleva décadas atrapada en un ciclo de crisis económicas, inflación, y pobreza, donde los cambios de gobierno no han traído consigo las soluciones prometidas. En ese contexto, es natural que muchos argentinos miren con desconfianza tanto a las fuerzas políticas que han gobernado como a los actores económicos que han influido en el rumbo del país.

El Peronismo en el ojo de la tormenta

Si bien "Todos" es la categoría dominante, el Peronismo emerge como uno de los actores con mayor responsabilidad percibida. Esto no es sorprendente dado su rol histórico en la política argentina y su presencia continua en distintas formas de poder. La línea ascendente en la responsabilidad asignada al Peronismo desde marzo hasta octubre de 2024 indica que, para muchos, esta fuerza política tiene una carga especial en la situación actual.

Para el Peronismo, este resultado debería ser una señal de alerta. Si bien ha sido una fuerza que históricamente ha representado a las clases populares y ha sabido mantenerse vigente a través de diversas transformaciones, los tiempos actuales exigen cambios profundos en su relación con los votantes y en su manera de encarar las problemáticas sociales y económicas. Para reconectar con el electorado, el Peronismo debe reinventarse desde adentro, focalizándose en propuestas claras y realizables que respondan a las urgentes necesidades de la gente: empleo genuino, combate a la inflación, y reducción de la pobreza. 

Los outsiders: Milei y el PRO 

Por otro lado, resulta interesante observar el papel de figuras como Javier Milei y el PRO en este análisis de responsabilidades. Milei, que ha surgido como una figura de crítica radical al sistema, es percibido con una baja responsabilidad en la situación actual. Esto podría interpretarse como una exoneración de su figura, al menos en el corto plazo, permitiéndole capitalizar ese descontento generalizado con su discurso de outsider. En un escenario donde todos son vistos como responsables, Milei parece escapar de esa acusación, quizás por su discurso disruptivo o por su carácter de “anti-establishment”.

El PRO, aunque también con una responsabilidad percibida menor que el Peronismo, no queda exento. La percepción de su rol en la situación actual parece señalar que, aunque su tiempo en el poder ha sido menor, el recuerdo de su gestión pasada sigue pesando. Si el PRO quiere recuperar protagonismo, deberá hacer un esfuerzo por reconstruir la confianza y ofrecer una visión convincente que permita superar los errores que los llevaron a perder el favor popular en el pasado. Para ello, necesita formular políticas más inclusivas y menos polarizantes, además de enfocarse en una agenda económica concreta que responda a las urgencias de la ciudadanía. La capacidad del PRO para retomar un papel relevante dependerá de su habilidad para adaptarse y mostrarse como una alternativa real que, lejos de los slogans, tenga un plan sólido de desarrollo para el país.

¿Gana la verdad o “mi verdad”? 

Aquí es donde el análisis de Antoni Gutiérrez-Rubí sobre la victoria de Donald Trump en Estados Unidos ofrece una advertencia relevante para Argentina. Gutiérrez-Rubí señala que, en ciertos momentos políticos, lo que gana no es simplemente una victoria electoral, sino una forma de vida y un estilo de relacionarse con los demás, donde los adversarios se transforman en enemigos, la realidad en una creencia, y el mérito en un accesorio secundario. En este estilo de liderazgo, el discurso se vuelve masculinizado, agresivo y simplista; el insulto reemplaza a los argumentos, y la desconfianza mina la cohesión social, imponiendo la lógica de “mi verdad” sobre la verdad común.

En Argentina, vemos ya signos de esta misma tendencia. La desconfianza generalizada hacia "Todos" los actores políticos y económicos, sumada al surgimiento de figuras que se presentan como salvadores o desafiantes del status quo, refleja una inclinación hacia esta dinámica de confrontación. La pérdida de confianza colectiva y el creciente individualismo en la percepción de la responsabilidad sugieren que, si los líderes no logran ofrecer una narrativa unificadora y propositiva, el país podría caer en una dinámica de “ganar mi verdad y perder la verdad”. Un entorno así propicia el terreno para la polarización extrema, donde el discurso público se convierte en un intercambio de ataques y etiquetas, y donde la cohesión social sufre. 

Las consecuencias para el futuro: ¿un cambio de sistema o más polarización?

El mensaje que la población parece estar enviando es claro: no confían en ninguno de los actores tradicionales para llevar al país adelante. Esta percepción es peligrosa en un contexto donde la desconfianza puede derivar en un aumento de la apatía y el efecto desaliento hacia la política. Sin embargo, también abre una ventana para el cambio. Si "Todos" son vistos como responsables, entonces el cambio no solo debería venir de una figura o un partido, sino de una transformación más amplia del sistema.

Esta crisis de confianza podría, sin embargo, empujar al país hacia una mayor polarización. Ante la falta de un proyecto unificador y con un aumento en el discurso anti-sistema, Argentina podría enfrentarse a un futuro de tensiones cada vez más marcadas, con el riesgo de que los líderes que ofrezcan soluciones rápidas y populistas, sin una base sólida, capten la atención de una ciudadanía desesperada por respuestas.

Un llamado a los líderes políticos y económicos 

En este momento, los líderes políticos y económicos de Argentina deben escuchar este mensaje de la ciudadanía y tomar acciones responsables. La sociedad parece estar demandando no solo cambios de nombres y caras, sino una verdadera transformación en la forma de hacer política y en el compromiso con las necesidades reales del pueblo.

Para el Peronismo, el desafío pasa por una renovación estructural, donde pueda reconciliarse con los valores de justicia social y equidad que lo definieron en sus orígenes, adaptándolos a las exigencias del siglo XXI. El PRO, por su parte, necesita fortalecer su perfil como una alternativa viable de centro-derecha, capaz de presentar políticas económicas concretas que no dependan exclusivamente de ajustes, sino que promuevan el crecimiento y la inclusión social.

El desafío es inmenso, pero también representa una oportunidad histórica. Si los actores tradicionales no logran adaptarse y responder a las demandas de cambio, el espacio se abrirá cada vez más para figuras radicales o alternativas, con un discurso anti-establishment. Para que la democracia argentina pueda salir fortalecida de esta situación, es necesario un compromiso real con el bienestar de la ciudadanía, políticas inclusivas y un esfuerzo por recuperar la confianza perdida.

En conclusión, la percepción de que "Todos" son responsables podría ser el síntoma de una democracia que necesita reinventarse. Si los partidos y actores económicos no logran cambiar, el futuro político de Argentina podría estar marcado por nuevas figuras, discursos extremos y una creciente desafección ciudadana. El momento de actuar es ahora, antes de que el país entre en una espiral de desencanto de la que sea difícil regresar.